“La angustia deprime al hombre, la palabra amable lo alegra” (Pr 12:25). No subestimemos el poder de nuestras palabras, ellas hieren y sanan; eligamos bien.
“La angustia deprime al hombre, la palabra amable lo alegra” (Pr 12:25). No subestimemos el poder de nuestras palabras, ellas hieren y sanan; eligamos bien.